jueves, diciembre 24, 2015

sorpresas

Dicen que la mente consciente procesa el 5% de toda la información que recibe el cerebro. Imagínense todo aquello que va a parar al subconsciente y todo aquello  que entabla comunicación directa con el Universo y nosotros ni enterados. Y después adjudicamos nuestra suerte al azahar o la casualidad o fatalidad incluso.

Paso del desasosiego a la esperanza más pura. Cómo? Porque bueno, en algún lugar de mi ser no me quiero detener en ese estado incómodo de mi misma donde ningún sitio me invita a quedarme. Estoy aquí en mi piel y debo de alguna manera sentirme cómoda en ella. El tema es que estoy cambiando de piel, y ahí está la brecha. Un vacío frente a mis pies, un paso sostenido que nunca llega a ser tierra y una quietud que es movimiento en equilibrio. Y así, en este estado de incertidumbre, de respiraciones entrecortadas, ojos húmedos y ceños fruncidos, me sorprendo frente a un pasado que me devuelve partecitas de mi artista olvidada. 
Las mudanzas son eso también. He hecho y deshecho tantas cajas, con mis cosas, con las cosas de algún otro. Objetos que alguna vez nos armaron, acompañaron, definieron. La vez que cargamos toda una casa en un conteiner para cruzar el Atlántico, recuerdo tener la extraña sensación de pensar que si este conteiner se llegaba a perder en las profundidades del agua, yo sólo iba a lamentar mis piedras, mis pinceles y mis libros. Qué curioso.

Y hoy, la vida me regala un cofre se sorpresas, como si el mismo mar haya arrastrado hacia mi una caja de tesoros después del naufragio. Descubro esa caja debajo de tantas otras y me alegro leer "pinceles Ceci". Deshago el cartón en mil pedazos y bendigo la fortuna de encontrar no sólo pinceles sino tantas otros valores. Y dentro más cajitas, y dentro de las cajitas lápices, acrílicos, pasteles y más pinceles. Y un atril, y hojas, chiquitas, grandes, hermosas todas. Y me sonrío y mi mente se despeja y mis ojos brillan de nuevo. En una caja pequeña entra toda mi alma, pensé. Y allí la dejé, esperando ser recuperada y abrazada otra vez por este corazón niño y confundido.
A veces en momentos de tanta contradicción, no nos queda otra que apoyarnos en nosotros mismos y esperar que el destino nos consuele. Un destino que nos exhorta a buscar la magia en nuestros universos, sentarnos en soledad bajo el árbol de la sabiduría que solo nosotros podemos descifrar. Y esperar que se haga de noche, y contemplar el cielo azul índigo para sentirnos estrellas, y sentirnos en paz.

Me deseo paz. Eso. Tanta. 

C.

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