domingo, noviembre 22, 2009

Tapa libro de M. Alicia Di Tella





Cosas que hago cuando no escribo, es que en estos dias estoy mas gràfica que apalabrada.
(Y cuando no tengo teclado en español, me irrita no tener acentos)

jueves, abril 09, 2009

It's a wild world


       El día que se murió mi hermano nadie lo supo, salvo la policía y los de la autopista que reportaron el accidente.

      Ese domingo, nos juntábamos amigos en la casa de Vale, en Martínez para ver salir la Luna llena sobre el río. Nos tomamos el bondi con Lula mi hermana, y nos fuimos a la rivera a contemplar el espectáculo. Comenzaba con el sol durmiéndose en el agua al mismo tiempo que la luna aparecía en perfecta coordinación. El atardecer nos encontró rodeadas de amigos y por extraña casualidad o causalidad tal vez, con nuestra otra hermana Agustina, y Luna mi sobrina, que es un sol.

Estábamos las tres hermanas, las que juntas cantamos y reímos en esa noche franca. Las que en esa tarde seríamos para siempre tres. Como si el momento hablara por sí mismo, como si Juan hubiese estado allí entre nosotras, mágicamente; durmiéndose en el sol y renaciendo con la luna.

Es difícil acostumbrarse a decir que somos tres hermanas, cuando en cantidad y género fuimos siempre cuatro hermanos. Después de una muerte muchas cosas cambian.

Por esa época yo estaba trabajando en la radio, en Palermo. Empezaba bien temprano a la mañana y seguía hasta el mediodía. Me había mudado a un departamento en Cañitas, y ese lunes esperaba mi madre a almorzar.

La cercanía de la primavera de Buenos Aires hace florecer algunos de los árboles más lindos que he conocido. Por ejemplo el Jacarandá y las Tipas que por septiembre exhalan flores violetas y amarillas y las calles porteñas parecen caminos encantados. Es el caso de Luis María Campos y Dorrego.

Ese día preferí caminar hasta mi casa, para convidarme con esas avenidas inundadas de colores, cuando sonó mi celular.
Era Lula. Pensé que me iba a comentar algo sobre la pasada noche o sobre el personaje que yo venía de hacer en la radio. Pero no.

-Dónde estás ?
-Caminando para casa.
-Sentate, me dijo.

Y me senté en el cordón de la vereda y así me quedé hasta que me vinieron a buscar.
Me quedé inmóvil y en suspenso. Son esos momentos donde alguien pone pausa en la película. Intenté moverme de lugar pero mis neuronas no respondían ni a la más ínfima orden.   Me quedé con la boca abierta y el celular en la mano, absorta, contemplando los inmensos árboles, agradeciendo su belleza y casual compañía.

Es curioso como las señales del Universo hablan y uno no las escucha porque no tiene idea que son para uno.
Esa mañana en la radio pasamos la noticia de un accidente de auto en la Panamericana. El titular de la noticia lo recuerdo bien pero prefiero olvidarlo. Los noticieros son crudos porque no les importa lo que cuentan, les interesa llamar la atención. Y esa noticia llamó nuestra atención. No cualquier noticia te marca para toda la vida.

Y esa misma mañana una amiga del conductor del programa pasó a visitarlo y se puso a charlar con nosotras. Juli Schulkin y yo, éramos las responsables de la producción del programa y de divertirnos produciendo, claro. Y confieso que fueron las mañanas más divertidas de mi vida.

-De dónde lo conocés a Sebas? le preguntamos curiosas.
-en verdad soy amiga del hermano, nos dijo.
Ese día nos enteramos que Sebas tenía un hermano y que se había muerto en un accidente a los 16 años.

«Uau, qué loco», pensamos. Nos quedamos calladas y sorprendidas. Ninguna de las dos sospechábamos que horas más tarde íbamos a compartir una noticia parecida. Y a las dos se nos puso la piel de gallina a cuando yo le conté mi noticia por teléfono.

Señales.
Extrañas, esquivas e indiscretas señales. A quién le importa. Las malas noticias no vienen con anestesia.


-Estamos a mano, le dije a Sebas.

Ese humor lo aprendí de él y lo agradezco, porque ese mismo humor me ayudó a sobrellevar el duelo y no me abandonó hasta hoy.


Cada uno sublima «su mala noticia» como puede y como le sale. Y la va extirpando o mejor dicho incorporando a su realidad poco a poco. Integrar la muerte a la vida no es fácil, ni algo que estemos preparados para hacerlo.

Los velorios no me gustan. Yo aprovechaba esas ocasiones como una oportunidad para llorar lo no llorado. Pero ese día no lloré, ni sentí ganas de hacerlo.
Mi reacción inmediata fue acondicionar la casa de mis padres. Pensé en música, incienso y flores. Porque días atrás había soñado con mi propia muerte, y en el sueño mi muerte era una fiesta, con un cortejo de flores, baile y música. Y me encantó.

Las flores salieron del jardín de mis viejos; simples, silvestres y alegres, como mi hermano. Y si llegaba alguna de esas coronas inmundas con olor a funeral, con mis amigas las desmenuzábamos en segundos y las convertíamos en dignos ramilletes para decorar cualquier rincón.
Hubo incienso (no mucho porque sé que a mamá no le gusta) y esencia natural de Romero.
Y la música, no lo dudé. Busqué el CD de Cat Stevens y lo dejé sonar toda la tarde.
Más de uno habrá tarareado « Moonshadow, moonshadow » pensando en Juan.


La muerte no me asusta, sino me asusta la ausencia de quien se va. Ese hueco, esa pieza que no tiene reemplazo.
Ese dolor que se transforma en conciencia, esa conciencia que nos vuelve más humanos.
Pude entender a aquellos que alguna vez perdieron un ser querido, como a Caro. Ahora teníamos una cosa más en común. Compartimos el mismo colegio, vivimos en la misma calle y ahora los nombres de nuestros hermanos se encontraban en el mismo cementerio. Qué sórdida coincidencia.

Y calculo que hoy compartimos la misma incómoda pregunta.

-Cuántos hermanos tenés ?

Qué fiaca. Le cuento a éste o no le cuento? Si le digo que somos tres, le miento?
No me incomoda decir la verdad, tal vez lo incomodo al otro. Qué se yo.

En fin. Agotador. Prefiero jugar y decir que somos tres hermanas.
Pero después te siguen preguntando pero y entonces tu otra sobrina es hija de tu hermano, qué hermano ?

No estamos acostumbrados a hablar de la muerte.
La muerte; eso para lo que nacimos. Eso que a algunos « les pasa » antes que a otros. La muerte en la que no creo que es finita y me da mucha pereza explicarlo. No me pone más o menos contenta creer en la continuación del alma ni es un cuento que me cuento como antídoto al dolor. Es un sentimiento intrínseco en mí, y aunque lo crea así no dejo de extrañar tomarme un mate con mi hermano. Claro que lo extraño. Extraño el futuro que no voy a compartir con él. Eso se extraña.

La muerte te transforma, te enseña, te sorprende. Te inmoviliza, te hunde y te fortalece.

La muerte renace, sacude, despabila. Perdona los errores, olvida los defectos.
Renueva nuestros amores y ablanda el corazón. Te pone los pies en la tierra, y te enseña a ser más amoroso con los que están en ella.
Lo demás es un misterio. La forma, el día, la hora, la causa, el efecto...

Mi hermano se fue sin despedidas ni hastaluegos, su auto se paró el mismo día que se paró su vida y tomó otro destino como opción. Los que lo extrañamos, lo vamos a hacer siempre y a medida que pase el tiempo va ir creciendo nuestra sonrisa y va ir menguando el dolor. Se entrenan los recuerdos y se empieza de a poco a disfrutar de ellos.

Y habrá detalles que siempre van a traerlo a mi mente, una y otra vez.
Que harán de la pérdida un recuerdo y del recuerdo alegría.
Como la inconfundible voz de Cat Stevens y el segundo nombre de mi hijo Camilo. Como los aromáticos Romeros de Marsella, o las notas encendidas de las Tipas y el Jacarandá en las primaveras de Buenos Aires.

Enhorabuena.
©®

« Oh Baby, baby it’s a wild world »…
… »If you want to leave, take good care
Hope you make a lot of nice friends out there
But just remember there's a lot, I'd beware… »

lunes, marzo 23, 2009

Argentina


me cuesta doce horas mal dormidas, un jet lag con un bebé y un bebé con jet lag.

Si uno mira el planisferio, Argentina es uno de los destinos menos tentadores para un turista del continente europeo. Queda lejos, y si vas hasta Argentina es para recorrerla sólo a ella. No existe el combo turístico « multi ticket » como cuando vas a recorrer en 7 días 7 capitales europeas.

Argentina está escondida, y por eso es un tesoro.

Porque se quedó entre el desarrollo con sello extranjero y porque el sello criollo se impone desmesuradamente y entonces el encanto.
Argentina es una niña malcriada, adolescente y caprichosa. Que no quiere crecer, que tiene una belleza contradictoria y un estilo irresistible. Argentina ya no mira a través del océano Atlántico. Ahora se mira a sí misma. Y le enorgullece hacerlo.

Así me siento cada vez que me preguntan mi origen.

Sí, soy argentina. La Argentina de Maradona, de Batistuta, del Che Guevara.
La Argentina de la carne y del buen vino. Del tango que no bailo y que quisiera saber bailar.

Volver a Argentina es extraño, porque cada vez que lo hago no soy la misma y ella tampoco.
Me fui con una panza de tres meses y volví con un bebé de un mes y medio. Yo aumentaba de peso así como ella volvía a aumentar los precios. En Argentina las crisis no son una sorpresa; tengo la misma sensación cuando en el ‘85 le pregunté a mi mamá qué era la inflación, aunque la respuesta la tenía en el carrito del supermercado. La calidad se reemplazaba por lo «más barato» y lo más barato generalmente era de mala calidad. Los precios se remarcaban casi todos los días y las mejores marcas comenzaban a escasear en la alacena de mi casa.

Por esas épocas Mamá tenía una boutique de ropa para chicos que se llamaba El Grillo. Y me acuerdo que los precios se escribían con lápiz negro y se borraban con goma cada semana para cambiar las cifras. La misma inflación que pudo con Alfonsín, pudo con El Grillo y con la esperanza de mi madre.

Argentina pinchó muchas ilusiones y enterró más de un sueño. Y sin embargo los que nos fuimos siempre estamos volviendo, siempre añorando, siempre tragando con gusto amargo un café que no es mate, una carne que no es asado, un vino que no es Fernet.

A pesar de tantas caídas ella siempre me recibe con los brazos abiertos. Es como un perro fiel, apaleado por tropezar una y otra vez con la mismas piedras, pero amable y sonriente como una madre paciente. Ella siempre me espera para darse entera, pero es mi corazón quien la esquiva. Porque de tanto partir tiene miedo de romperse.

Y sin darme cuenta vivo en un ciclo agotador de expansión y contracción, intentando protegerme de climas extremos, que cohabitan en mi alma sin darme tregua.
Al fin y al cabo, después de tanto prevenirme de antagónicos pronósticos, decido desnudarme de miedos y exponer mi corazón a la más cruda tempestad. La tempestad de vivir la realidad a flor de piel. Una realidad de aeropuertos, bienvenidas y despedidas. De lenguajes ajenos, visas con vencimiento y sellados migratorios. De grabar en mi piel los abrazos que me faltan y extrañar mi risa espontánea con sonido a guitarra criolla.

De aceptar que de tanto volar en avión la base de tu hogar se evapora y se transforma en cielo. Y esta sensación gaseosa se extiende a todo mi cuerpo. Mi identidad flota en un mapamundi giratorio y el esfuerzo por no soltar amarras es en vano. Ellas se soltaron hace tiempo de la tierra y yo me dejé ir a la deriva con ellas.

Alguna vez dije jugando « el mundo es mi casa ». Se me hacía agua la boca cada vez que coqueteaba con esa idea. Hoy se me humedecen los ojos cada vez que digo adiós.

Debo aceptar el « frío-caliente » del juego. Y debo simplemente, jugar.


-« vivir en Francia está bueno, y vivir lejos de Argentina no lo está » ; y « viajar por todo el mundo está bueno, pero vivir sin domicilio fijo no lo está » me dijo Mer.

En este viaje de vuelta a mi país, Mer también había vuelto. Salvo que ella se había ido de viaje a lugares exóticos, inhóspitos y maravillosos de su alma. Mer volvió y me dio las palabras que yo también le di meses atrás después del naufragio.
Una vez más, necesité levar anclas, izar velas y buscar nuevamente mi norte que tan fácil pierdo.

Pensar que los marinos se guían mejor en la oscuridad. Porque sólo en la noche las estrellas hablan.
Para mí la familia y los amigos son todas estrellas.


- Y? Cuándo te vas ?

Por favor, no me hagan esa pregunta. Al final es lo mismo. Me quedo «ahora».
Hoy estoy. Ahora es lo que tengo, no me pidan mañana.
Aprender a vivir así nunca se termina de aprender.
Yo recién empiezo.

Vivir el «ahora» para una chica como yo, es como poner a competir una mula en una carrera de velocidad.
Estoy acostumbrada a dejar « el ahora » para mañana. Pero viajar tanto hace que resetees tu vida y comiences de cero cada vez que llegás a destino. El ahora de Argentina no es lo mismo que el ahora francés. Estar a hora, «a-hora» con los usos horarios de cada país, lo veo como estar «en hora» con mi vida, conjugarla en presente. Qué importante y qué dificil a veces.

Al fin y al cabo, para resumir, si yo aprendo de Argentina es porque la quiero.
El amor te enseña todo el tiempo, a su manera. Y si no existiese el amor, tampoco habría dolor. Es el amor que me lleva a navegar por este mundo. Y es el dolor que me enseña que el amor que dejo, nunca me deja. Cuanto más grande se expanda mi corazón, los miedos van a ir migrando y mi cariño a mí misma va a ser mayor. Ese es el gran valor de un buen viajero. El valor de tenerse a sí mismo, y de saberse rodeado de estrellas.


-se habla portugués en Argentina?

Adoro esas preguntas; yo tampoco sé qué idioma se habla en Mongolia o cuál es la capital de Kazajstán.

Sólo sé que Argentina comprende los afectos de mi infancia, los nombres que me nombran, los seres que me habitan y los recuerdos que sacian mi sed.
Es una emoción, que late, vive y me transforma cada vez que vuelve a mí.

Es ser parte del 1% de argentinos en el Velodrome de Marsella alentando a la selección y sentirme enorme, inmensa, infinita. En casa.



©®

domingo, enero 18, 2009

Peridural para el alma


Tuve un embarazo casi perfecto, sin náuseas ni vómitos ni nada de esas cosas raras. Mantuve un peso normal, viajé hasta mi 7mo mes y todo evolucionó sin complicaciones.
Siempre me sentí una « Wonder Woman » encinta.

Hasta el día del parto. Ese día me di cuenta cuánto miedo le tenía a esa palabra y al dolor.

Tuve dos falsas alarmas. Dos días antes había tenido contracciones, por lo cual partimos inmediatamente a la clínica pero nos enviaron consecutivamente de vuelta a casa. Es como estar preparada para ganar el partido, concentrada a combatir tu enemigo íntimo, pero se suspende a último minuto por lluvia.
Una mezcla de desilusión y alivio. El momento se acercaba, y yo me acercaba cada vez más a mi miedo, que lo había mantenido bien camuflado a los ojos de mi marido.

Wonder Woman, es Wonder Woman por algo. Pero ella también llora.
La tarde del 9 de Enero le dije a Chris que quería ir a comprar un pijama, antojos del noveno mes diría yo. Entre pijama y pijama que iba eligiendo me venían contracciones. Parecía que estaba jugando a las estatuas congeladas entre bambalinas.

- Esto no es nada, ya va a pasar. Pero mi seguridad se iba desvaneciendo entre cada espasmo.


Llegamos a casa, preparamos la mesa como si nada pasara, llegué a comer una sopa que estaba deliciosa y no pude ni siquiera tomar un vaso de agua que ya estaba partida en dos, abrazada a un almohadón, que me acompañó fiel hasta la sala de partos y en los días subsiguientes. Y ese vaso de agua lo pude tomar unas 10 horas mas tarde. Lo primero que dije después de parir fue, "quiero agua".

-me parece que tenemos que ir al hospital, me dijo Chris dulcemente.
Mi mujer maravilla estaba en las antípodas de su personaje y yo comenzaba a ser yo. Doblegada sobre mi ego, acepté ineludiblemente el porvenir.

Cada experiencia es diferente, lo sano es saber elegir qué prefiere cada uno. Si vos elegiste parir en tu casa, perfecto; si querés programar una cesárea porque te queda bien para las vacaciones, hacelo y si querés un parto natural porque así lo dice tu corazón, adelante.

Yo elegí con Peridural. Aunque no sabía lo que era, sabía que tenía un poco de miedo al dolor, entonces preferí ganar confianza en este terreno tan nuevo para mí.
Por eso digo, cada cual es libre de elegir el método que más le guste y que más seguridad le de. Pero no vale la pena seguir consejos de moda ni escuchar los pro y los contras de una u otra fórmula. La mejor fórmula es la que le sirve a uno. Es fundamental hacer lo que uno siente, porque cuando uno actúa conforme a su sentido común se siente seguro y al estar confiados las cosas salen inexorablemente bien.

Pero en el hospital parece haber una gran contradicción con respecto al sentido común.
De los dos días que estuve internada me visitaron distintas personalidades doctorales, que iban rotando por mi habitación como bolitas de lotería. Y cada uno traía su receta en el bolsillo, que se pisaban unas a otras como jugando a un irreconcilliable "pan y queso".

« Tenés que » « Hay que » « Debés hacer » todo esto ; sino, algo « muy malo puede pasarte » Pero no te preocupes, somos los médicos de Francia y estamos acá para ayudarte.

Ayudarme a qué ? a perder mi instinto materno que acaba de nacer ?

Vienen con una lista sobre los riesgos de muerte y enfermedad, en vez de traerte una lista sobre la potencialidad de la vida. Qué inaudito.
Te cuentan todas las amenazas que hay «afuera» cuando «adentro» te atienden enfermeras con un catarro feroz y ni siquiera lo disimulan.

Sí, es un poco exagerado, pero déjenme decirles que algo muy parecido me pasó con mi ginecólogo, que según él, Francia es un país civilizado, y no se puede comparar con la medicina de Argentina. Por esa misma razón, él no estuvo presente en el parto ni mucho menos seguirá siendo mi ginecólogo. Es el único punto en común que tuvimos, nunca nos agradamos.

Las creencias curativas ortodoxas están tan basadas en el miedo que no se dan cuenta que son ellos mismos los que crean enfermedades a sus pacientes.

A los dos días entonces, estaba decidida a volver a casa cuando en Francia por ley tenés que quedarte mínimo 5 días bajo supervisión médica. Yo no sé qué es la depresión post parto ni si la tendré, sólo sé que si me quedaba más de la cuenta iba a toparme con una seguro.

De un lado se encontraba el equipo médico francés que intentaba retenerme, y del otro me encontraba yo, mi bebé y el libro de La ley de la Atracción bajo el brazo que me convertían en Wonder Woman y toda la Liga de la Justicia de su lado. Wonder Woman no sólo había salido otra vez a escena sino que ahora era mamá, y estaba lista para despegar en su avión invisible.
Tuvimos que firmar una carta dirigida a las autoridades del hospital, diciendo que era nuestra responsabilidad «llevarnos a nuestro bebé». Dado que nuestro hijo no estaba apto para firmar, nos convertía en asesinos seriales del tercer tipo. Una especie de secuestradores de nuestro primogénito.

Todo el hospital comenzó a hablar de nosotros.
Mi recuperación fue tan rápida e impecable que todas las enfermeras estaban anonadadas. Mi bebé era más sano que otros que al tercer día algo se agarraban.
Todo estaba perfecto para que nos abrieran las puertas. Apenas puse un pie afuera, creo que experimenté le emoción del primer día de libertad para un convicto, sin ninguna duda.

No tengo quejas contra el hospital, yo elegí tenerlo ahí, y me trataron de maravillas, tan sólo pienso que a veces los médicos se creen dueños de la vida, y sobretodo la ajena. Por supuesto que siempre hay excepciones, yo por mi parte valoro más el nivel humanístico que hay en los médicos argentinos.

Para mí hay una gran diferencia en enfocar la enfermedad desde el miedo o desde la salud. Depende cómo lo mires.

O acaso el cuerpo no es una máquina inexplicablemente perfecta que se auto regenera constantemente?
Cada vez que me corto las uñas, yo no pienso ni dudo si me volverán a crecer. Lo doy por sentado ! Lo mismo con mi salud. El cuerpo humano tiene la capacidad de transformarse, recuperarse y sanarse a sí mismo, a menos que le indiquemos lo contrario. Nuestra propia mente y los medicamentos exagerados pueden confundirlo. Si yo desconfío de la aptitud de mi cuerpo, entonces seguramente atraeré la enfermedad o tardaré más en recuperarme, porque es la misma contradicción que lo aleja de su maestría.
Si yo no dudo que todo va a ir bien, como naturalmente debe pasar, naturalmente pasa.

Si les cuento la sarta de enfermedades que me desplegaron el día que quise salir del sanatorio, a mi bebé ya lo tendría que dar por enfermo crónico y a mí por una parturienta con serias complicaciones. En cambio, yo tenía un montón de cosas positivas para decirles de las cuales me guardé para mí y para mi autoestima que seguía en alza. Las estadísticas científicas no me interesaban. Sólo me interesaba salir de ahí.

Yo tuve un miedo y fue al dolor y ellos amorosamente lo calmaron. La peridural fue un bálsamo para el alma, fue Cupido que bajó del cielo y me inyectó dulcemente su flecha de anestesia en la espalda. Y en ese momento tampoco estaba pensando en los pro y los contras de la droga, tan sólo pensaba que todo estaba saliendo como yo quería. Y al estar tranquila y con el miedo adormecido, puedo decir que tuve un parto maravilloso.

Pensar positivamente tiene su resultado. Y persistir en ver la parte llena del vaso, hace milagros.

Pensar para adelante lo llamaría yo.


Ganar instinto es ganar confianza y sentido común. Es vivir cada instante controlando nuestra propia vida. Yendo hacia la dirección que queremos ir, y no a otra. Escuchar nuestro corazón es simplemente saber respondernos una pregunta tan simple como:
y yo, qué quiero para mí?


Saber lo que queremos es ser dignos de ser quienes somos.
Nadie mejor que uno mismo, sabe lo que es mejor para uno.

Hoy fui al pediatra y él mismo estaba sorprendido de lo sano y fuerte que está «el bebé» que salió al segundo día del sanatorio.

Enhorabuena.

©®


Lectura recomendada/: "La Ley de la Atracción" de Esther and Jerry Hicks.

Y la Tierra empezó a sacudirse. Y el temblor fue tan grande que  sacó del sueño a más de uno. Y no fue amable, más bien certera ...