miércoles, diciembre 24, 2008

Confesiones de invierno


Me gusta comunicarme con la gente.

Me gusta que me dejen mensajes, agradezco cuando dejan entrever un poco de su privacidad.

Cuando la gente se convida, para mí comienza un intercambio «gourmand». El sabor de la honestidad tiene gusto a sencillez y simpleza. Y eso me alimenta.

Nos gusta « espiar » al otro. Por eso están en auge los Reality Shows. A los humanos nos gusta meter las narices en los asuntos ajenos.
Nos tienta comparar nuestra realidad con la del otro, disfrazar nuestros miedos enunciando qué "está bien" o "está mal", dando cátedra de cómo hay que vivir la vida.

Cada uno tendrá su razón, alguna más incómoda que otra.

A algunos nos gusta jugar de críticos; y muchas veces cómodamente sentados en nuestras sillas de jueces, emitimos opiniones crueles sin arriesgar un pelo.

Hasta que te vas dando cuenta que a pesar de haber conformado tantos conceptos sobre « la correcta forma de vivir » o « la correcta forma de ser» sólo la vida misma y tus propias experiencias te van sellando la boca y abriendo más el corazón.

Yo no sé nada de nada, eso es solo lo que sé.
Te puedo dar un consejo, si me lo pides, pero viene de mi vida, de mis tropiezos y de todos los cachetazos que ella me dio.

Me costó desaferrarme de tantas ideas que fui recolectando durante mi adolescencia. Bastones virtuales para aparentar "saber" caminar y "saber" hacia dónde lo hacía. Pero no, nunca lo supe, y el día que lo acepté, aprendí a caminar sola.

Respeto Internet como respeto aquellos que se resisten a él.
Porque yo me resistí. Y hoy confieso, acepté ser parte de Facebook y tengo cuatro Blogs. Y que si me falta, me falta la mitad de mi vida que se basa en la comunicación.
Y en resumidas cuentas estos sistemas de intercambio, la verdad es que me hacen bien.

De chica, recibía un suplemento los domingos, que venía con el diario La Nación y era sólo para chicos. Allí, encontrabas miles de niños que querían intercambiar correspondencia. Y yo era «fan» de hacerlo. Me escribí cartas por más de un año con una chica de Catamarca y otra de Chaco. Las cartas tardaban entre 15 y 20 días en llegar, si es que llegaban, pero cuando lo hacían, me llenaban de alegría. Hasta que nos perdíamos el rastro. Pero disfruté del correo tanto como hoy disfruto recibir un mail o un mensaje en el blog. La emoción es la misma. Las palabras me hacen bien.

Desde que me robaron la compu en Ezeiza, dejé de dibujar. No sólo porque también se llevaron mi tableta de dibujo con ella sino porque recién hoy creo salir del duelo, y esa fue Gaby la que me lo hizo ver. Los mensajes tienen la sincronicidad y la magia de tocar a tu puerta cuando estás completamente dormido.

Gaby es una amiga que conocí por medio del cine. Ella fue mi jefa porque realmente no hay otro puesto de trabajo que le calce tan bien como ése. Tiene la capacidad de montarse sobre sus hombros todo el stress del mundo y que vos ni siquiera lo notes. Algo imposible para mí.
Por eso la admiro tanto. Y Gaby me escribió por medio de Facebook, porque nos habíamos perdido el rastro y nos volvimos a encontrar, y eso es lo que me gusta de la net. Y ella sin saberlo, me empujó a conectarme con el arte y conmigo otra vez.

Y hoy escribo sólo para decir que cuando uno está abierto las oportunidades llegan.
Y que buscarle las cosas buenas a la vida tiene su recompensa.

Feliz Navidad,
Feliz comienzo de 2009.

Y brindemos y agradezcamos por todas nuestras relaciones, como en un «Temazcal». Y cuando digo «todas», son incluso aquellas que creemos que nos hacen daño o que nos molestan un poco. Todas ellas nos enseñan a su modo, siempre, a crecer y a seguir nuestro camino.

" Omitakuye-Oyasin"

©®

PD: Les sugiero a los que quieran, busquen en internet de qué se trata un Temazcal, y a los que se animen, que participen de alguno. En Argentina se hacen con continuidad.

jueves, diciembre 18, 2008

Yo no llamé a la cigüeña


El día que ella vino yo ya estaba embarazada.


El 2008 recibió a Europa un poco consternada por la crisis.

Los primeros presupuestos que se recortan en una recesión económica, imagínense que es la publicidad. Cientos de miles de Euros, ya no son invertidos en el cine ni en comerciales publicitarios. Tienen otra película que atender. En Francia, de pasar a producir 1200 películas y comerciales por año, el número se redujo a 300, como se redujeron miles de puestos de trabajo.


El 2008 parecía venir tranquilo para el cine y para Chris. Pero por esas cosas de la vida, podemos decir que Dubai nos sacó las papas y toda la verdulería del fuego. Chris iba a empezar a trabajar para un proyecto comercial por más tiempo del que creía y yo iba a trabajar con él.


Por eso me quedé embarazada.

Porque cuando viajo mis jet lags se extienden hasta en las pastillas anticonceptivas.


De todas maneras, creo firmemente, que el Universo nunca falla con las encomiendas. Por más que creamos que fue un «accidente», sinceramente si me remonto unos meses atrás, sutilmente alguna idea de pronta maternidad había rondado por mi mente. Y cuando el inconsciente acciona, el universo no espera; tan sólo funciona.



Dubai es una ciudad fantasma. Un producto de la imaginación del hombre, un « Las Vegas » del desierto árabe, un error humano, pero que está alimentando a millones, incluyéndonos.

Digo un error porque todo lo que existe es virtual. Y porque al ser un producto humano naturalmente se convierte en un foco de polución importante.

Dubai era un desierto y hoy es un oasis verde completamente importado. Se importan las aves, los peces, y el agua potable. Se inventan islas donde sólo hay mar, se provoca químicamente la lluvia y la tierra llega en toneladas sobre barcos cargueros. Se levantan torres de Babel para competir con la potencia vecina y se crean hoteles de 7 estrellas donde la atención es un fiasco. Es la ciudad de las 4X4 y el aire acondicionado. Donde podés ir a esquiar a un shopping y bucear en corales artificiales. El 40% de las grúas de construcción mundiales se encuentran en esta porción de la tierra. Los Emiratos Árabes dicen que tienen la ciudad del futuro. Si ese es el futuro, Dios mío, qué negro lo veo.

Trabajar en esta metrópolis es como trabajar en un sauna. Y filmar un comercial en el desierto, la muerte anticipada.

Pero es divertido, porque de paso conozco otras culturas; una mezcla de inmigrantes Indios, Pakistaníes y Filipinos en su mayoría, que forman la base de la pirámide laboral. Y por supuesto los residentes de Dubai, más Iraquíes exiliados, Sirios, Libaneses, Egipcios y toda mezcla de hombres y mujeres que llegan para buscar lo que en su país no encuentran: trabajo y seguridad. Aunque para algunos conseguir una Visa para quedarse es muy difícil y por más que no hay guerras ni atentados, es el lugar donde más accidentes de autos suceden.

Es una ensalada de razas y religiones que conviven por el beneficio del dinero, y es lo que hace a Dubai una ciudad sin mucho conflicto. Y porque la policía tiene un sueldo tan alto como un abogado, y porque también la pena de muerte está al orden del día.


Pero esos son otros temas. Que me desvelaron tanto como la mañana que el primer test me dio positivo.

No terminé de leer el primer resultado que ya estaba en la farmacia comprando otros dos.

Era nuestro segundo viaje a Dubai y la temperatura rondaba los 45 hasta 50 grados de calor y yo no lograba dejar de temblar.

Las tres pruebas de embarazo quedaron intactas en el baño del hotel como si el tiempo hubiese congelado ese instante y mi vida. Mi incredulidad sobrepasaba todo tipo de « rayita », « cruz » o 99% de exactitud. Yo seguía pensando que tal vez podía encontrarme en ese mísero 1%.


Me quedé mirando fijo al espejo por no sé cuánto tiempo. Mi imagen ya no era más mi reflejo porque Ceci se había escapado al segundo capítulo de « Elige tu propia Aventura »:

« Decides lanzarte al océano en un velero Japonés hacia las Antillas o prefieres viajar a la luna en una expedición rusa ? »

La opción de ser madre no estaba en mis planes ni en mi agenda del 2011.


Ahora entendía por qué hacía días que no pasaba de una copa de alcohol, por qué estaba tan cansada y por qué cada vez que íbamos a un restaurant, Michel, el Director de Fotografía se terminaba mi plato.


-comés como un pajarito.


Unos días más tarde, lo invitamos con Chris a comer a un restaurant Argentino, para anunciarle la noticia. Esa noche me comí todo el bife de chorizo.


Y ahí me di cuenta que mis antojos iban a ser transoceánicos.
Ni la vuelta a París me abrió el apetito.

Pero de sólo pensar en el guiso de lentejas de Mer y en los ravioles de Chany, se me cortaba la respiración. Esos platos tienen el encanto suficiente de reemplazar el asado de los domingos y superar la más exquisita soupe a l'ognion o un Foie-Gras supremo.

En París estaban Fió y José con sus dos críos. Qué mejor que te reciba una amiga de la infancia y ya madre !

Ella me acompañó a buscar los resultados de sangre que efectivamente dieron positivos y dieron paso a que se escurriera la noticia. Yo no salía de mi asombro, y aún hoy, por momentos, me sorprendo espiándome de reojo en el espejo.


- De todas las amigas de Caro, vos sos la que menos me imaginaba ! Me dijo Matilde por teléfono.

Matilde, la mamá de Caro, se ilusiona con la idea de que algún bendito día su hija se contagie de mis accidentes y se decida a darle un nieto.


Es que la mayoría de mis amigas nacimos más «Mafaldas» que «Susanitas». Vaya uno a saber por qué. Si porque la maternidad nos da miedo, o porque nos da miedo perder nuestra independencia. Creo que nos da terror perder nuestra inmortal adolescencia y que se reemplace nuestro niño eterno. Nos da fiaca crecer, me parece.


No nos interesa estar en la mejor edad para parir, ni hacemos cálculos irrisorios de «cuando yo tenga 40 mi hijo va a tener 10». Y no entramos en las estadísticas de las mujeres que les ruegan un hijo a sus parejas, más bien es lo contrario.

Cuando me enteré que estaba embarazada me di cuenta que en la vida las sorpresas nos despabilan de esta corriente perfeccionista. Y me di cuenta que si permanecía persiguiendo mis ideales, me alejaba cada vez más de mi realidad.

En una concepción de una idea algo vive y muere al mismo tiempo. Una idea vieja evoluciona y le da lugar a otra nueva. En la concepción de un ser ocurre lo mismo.

Todos mis planes fijados para « el día que me quedara embarazada » fueron inútiles.

Sin saberlo me convertí en una embarazada nómade.
Mi primer ecografía me la hice en Buenos Aires, la siguiente en Marruecos y la tercera en París, pero a mi ginecólogo lo conocí recién en Marsella en mi 6to mes.

Todas mis clases de Yoga para embarazadas se resumieron a un libro y en mi yo autodidacta.
Los consejos de mis amigas los pido vía mail y la evolución de la panza la mando por fotos.

No, no es lo que me imaginé, pero me siento igual de feliz.

Aunque no estaría mal tener la oportunidad de parar en un kiosco a elegir un alfajor, pedirme un tostado de jamón y queso en el café de la esquina o hacer una chocotorta de vez en cuando.

Estar embarazada me trajo la calma que nunca tuve.
Una paciencia inerte que me devuelve mucho tiempo para mí, y que antes no supe darme.

Cada mes tu mente se flexibiliza tanto como tu piel, y de a poco, tu conciencia se va transformando y tu cuerpo también.

En estas nueve lunas transité un mar de emociones diversas. Porque en cada face la marea no es la misma. Y comprender este movimiento me dio a entender que de lo único que puedo estar segura es que el Universo es un constante cambio. Y que si me entrego a fluir, la corriente siempre me va a llevar a buen puerto.

Toda la ansiedad que tengo hoy, es estar en mi noveno mes. Es como sentarte junto al arbolito de Navidad, ver tu regalo con tu nombre, sabiendo que no podés abrirlo hasta la hora indicada. Pero el reloj nunca da las 12.

Así que cuando den las 12, estaré lista para abrir mi regalo. Paciente, espectante, despierta.

Y ese regalo me va a cambiar la vida.

Aún más.

©®

Y la Tierra empezó a sacudirse. Y el temblor fue tan grande que  sacó del sueño a más de uno. Y no fue amable, más bien certera ...