sábado, marzo 12, 2016

viernes, marzo 04, 2016


¿Te conté de mi nuevo jardín? Me parece que no, vos viste, yo no soy muy ducha para esas cosas, pero ya ves, las vueltas de la vida, hoy me encuentro regando jazmines como vos, a esa hora especial cuando baja el sol, y manguereo por acá y por allá, mientras Camilo me mira y se distrae hasta que llega su hora, y mi hora, para relajarme y tomar una cerveza, o un mate da igual, y miro el jardín y pienso en tu jardín siempre tan lindo tan amable, tan de todo el mundo.
Y acá sigue haciendo calor, y a veces voy a la playa, cuando el sol no está tan fuerte, me pongo el portabebé y salimos con Camilo al mar, que tanto le gusta y a mí me gusta ponerle ese traje de baño mini, y nos metemos en el agua y él se pone tan feliz, esté fría, caliente o congelada, le encanta. Y me acuerdo de vos también, cuando me contabas que en Europa todas las mujeres hacen topless y me río, porque no son top models, son mujeres enormes que no les importa ventilar sus tetas, estén en forma o decaídas, pero orgullosas de broncearlas, y así es Marsella, que no es Saint Tropez, pero me voy amigando, con el mar, las montañas y los jazmines.
Y espero que te traten bien, y que descanses mucho, y ya verás las fotos de Camilo, con su equipo de playa y sus ojos azules, tan lindo él, tan morfable. Y espero que edites tu tercer libro, porque quiero leerlo y porque quiero verte feliz, de esas felicidades que son de uno nomás, y me da tanto orgullo, de esos orgullos que son de uno nomás, que son para mí, para mi biblioteca, con los libros de María Alicia Di Tella, mi super mamá.
Te quiero Ma, hablamos mañana.

Mientras

se hace la comida pienso en vos. La heladera tiene un bip que si dejás abierta la puerta, suena a los 15 segundos. Está bueno.
Escucho Vivaldi como quien sintoniza la metro. Me desconozco. Y me gusta. Desconocerme y Vivaldi.
Hoy fui a terapia. Qué bueno. Estoy atando más cabos de lo que creía. Y eso que soy madre y mi cerebro tiene cupo limitado.
Así estoy, atando cabos, cabitos, recordando como me ataba los cordones y cómo el pelo. Y desatando nudos de esos tan viejos que dan somnolencia. Pero cuando empezás a ver que la soga sede y el pasado ya no es tan pesado, inmenso alivio te diría. Y te lo digo.
Inmensa tu alma.
A veces la tenemos olvidada, en una infancia incierta o una adolescencia complicada. Lo que sea, hay que siempre animarse a buscarla. Es el preámbulo de nuestras vidas.
Y hay que animarse a ponerse blando, a pelar la vulnerabilidad con el pela papas del miedo. Da miedo quedarse desnudo de miedos. Qué zonzos somos.
Me pongo derecha de vez en cuando. Cuando me doy cuenta que estoy tan poco erguida que mi pecho ahoga palabras.
Respiro un piano que según dice mi lista de Itunes es de Chopin. Qué poco sé de música clásica, y qué preciosa. Intensa y a veces complicada, es como un borbotón de emociones que te toman por completo. Y a veces no entiendo nada.
Me gustaría tener los dientes perfectos como las estrellas de Hollywood. Casi como que me convierto en actriz sólo para que me hagan la dentadura y después me vuelvo al rubro ama de casa. Y bien sonriente, claro.
Me gustaría que depilarse no doliera tanto.
Me gustaría que en los diarios existiese una sección de buenas noticias. ¿Tan mala es la idea?
Y me hubiese gustado que en vez de un mes mi marido se haya ido sólo por dos semanas.
Me voy a poner tan linda que cuando me veas en Ezeiza, me vas a pedir matrimonio otra vez, y yo, otra vez, me voy a enamorar de mi.
Dale, volvé, que ya no queda más tela pá extrañar.
©®

Propongo que los rulos se pongan de moda. O que no. Ya me da lo mismo.
Los rulos se oponen al lacio. El lacio necesita un brushing, planchita o antifrizz para ser lacio perfecto. Digamos entonces, que lacios perfectos hay pocos, y quizás a ellos les resulta aburrido serlo. Porque añoran una onda, un giro que desenvuelva esa frigidez capilar.
Es cierto que también existe gran variedad de rulos. Los rulos son complicados.
A los seis años sufrí tanto frente al espejo como ver a mi madre desenredándome el pelo. ¡Es que los rulos no se desenredan! Ellos nacen enredados y es esa la armonía que los sustenta. Pero mamá no lo entendía de esa manera.
Cuando mi madre se dio cuenta que en la cabecita de su bebé asomaban rulos, literalmente se estresó. Bueno, era una condición muy común en ella, pero los rulos la involucraron en un dilema. El de cómo peinar a su hija para mandarla al jardín.
Desde que tengo uso de razón que los rulos me importan. Porque yo también me creí que tenerlos era un inconveniente y no un placer, como declaré años después.
Mi mamá tenía un problema frente al prototipo de pelo que no se arreglaba ni con crema de enjuague ni con esos peinados alisadores que me achinaban la cara. Y si era un problema para ella, también lo era para mí.
Los rulos son una referencia.
-¿Dónde es la cola para pagar?
- Ahí, detrás de “la de rulos”.
“Laderulos” pasa a ser un adjetivo casi sustantivo. No prevalece el color de la cabellera. Después de una fiesta se comenta ¿Y, qué te pareció la de rulos? Es como decir la rubia, la tetona, la petisa, la bizca.
-¿Nunca el pelo suelto, vos? ¿Por qué?
Hablemos del aumento de la lechuga. No me jodan.
Mis rulos comenzaron a mostrarse allá por el año 2000, en unas vacaciones en Brasil, más largas que unas vacaciones “normales” y que mi rutina. Porque ahí valía todo, y porque todo para mí era soltarme el pelo. Y confieso también, porque la sal y el mar ayudan a animarse.
Pasó el tiempo, y todavía con mi libertad a medias, en Barcelona, por esos trueques de la vida, mi rescate valió una vela. Un peluquero marplatense se ensañó con mi pelo y sus tijeras me revelaron lo que me estaba perdiendo. Desde ese día descubrí la Ceci que tanto añoraba y me abracé a ella como cada rulo se abrazó a mi. Casi como que tuve que disculparme conmigo misma por tanta negligencia.

- Me encanta como te queda el pelo atado!

Aún debo tolerar algunos comentarios de mi madre. 

Mi pelo es mi personalidad mamá. Los rulos son distintos a lo lacio, esconden en cada vuelta un misterio que se revela a quien los admire. Un enigma de tres dimensiones digno de pertenecer a lo distinto. Los rulos son amigos de lo espontáneo, lo alegre y lo que no se controla. Justamente eso mamá, lo que no se controla. Los rulos no existen para ser vigilados sino para dejarlos en libertad y que ellos expresen lo que se les antoje. Y no hay un rulo igual a otro.
Los rulos se aman o se odian, un rulo alisado no Es. Un rulo estirado, tampoco.
La prolijidad de madre es su enemiga, los cepillos sus mortíferos aliados.
Si me ato el pelo muy seguido, comienzo a preocuparme.
El rulo para poder Ser, necesita espacio, aire y libertad. Porque de otro modo serían rulos atados, rulos contenidos, rulos subjetivos. “La de rulos” ¡es sustantivo! Claro! Porque ellos son un sustantivo en sí mismos.
Me quedo tranquila, incluso orgullosa de mi cabellera leónica y desprolija. Que no se peina, que no usa secador y no necesita de un brushing para ir a una fiesta.
Eso sí, acepto cremas antifrizz y para cabello ondulado, porque soy coqueta y porque después de todo me gusta pertenecer al gremio de los cabellos “rizados”.
Y por Dios, que Camilo tenga rulos, y abundantes.
Gracias.
©®

Así, hoy.


Abro los ojos. 33. Treintra y tres y con un bebé que me despertó a las cuatro de la mañana. Y duermo hasta las 8. Me levanto, mi cuerpo guarda reminiscencias de aquellos dolores lumbálgicos. Auch. Bajo las escaleras y hay corazones por todos lados. Claro, 33. Y de fondo suena La Ritournelle, y me emociona, y ahí está el hijo y el marido, que me esperan y me muestran un regalo, así todo lleno de corazones, y me sigo emocionando. 33. Y es uno de esos aparatos para poner tu Ipod y escuchar música, porque hacía tiempo yo quería escuchar música, con mejor sonido que en la compu. Y me encantó. Y me emocioné. Porque soy mujer, porque mi hijo me miraba perplejo como entendiendo todo y mi marido me dijo tanto con sus corazones y sus ojos tan tiernos, y porque cuando hay amor estas cosas pasan. Que no falte. A pesar de los pañales, lo mal dormidos, los hijos ajenos, los quehaceres domésticos, los malentendidos matutinos y mi mal humor. Que no falte. Amor, humor y paciencia. Y mucha humildad para aceptar lo que no puedo. Eso. Feliz cumpleaños a mí.
©®2009

En Marsella

hace calor.
Mucho calor. En Marsella la gente grita para hablar y hablan en un francés extraño, cortado y punzante. Ahora entiendo porqué siempre dicen que Marsella no pertenece a Francia. De todas las ciudades que he conocido de este país, es cierto que esta es la ciudad que menos me simpatiza.
El mar es transparente, de un turquesa de fantasía. Los atardeceres se reflejan en las montañas rocosas y las bañan en un rojo enfurecido, hasta el anochecer. El cielo es limpio de noche, la luna es clara, las estrellas siempre brillan. Pero las playas, las playas son sucias. Porque la gente es sucia, y acá no hay turismo. Acá viven los marselleses nomás. Es una pena.

Las salamandras adornan las paredes de mi casa y las gaviotas se confunden con el llanto de Camilo. A Camilo no le importa Marsella, o la gente, o los gritos de la vecina a la hora de la siesta.

A Camilo le importan sus hermanos, bañarse en el mar, las caminatas en la montaña, sus mamaderas, y que su mamá y su papá lo quieran siempre.

©®

jueves, marzo 03, 2016


Se avecina el otoño. Días más frescos en este hemisferio. Las pasiones se van apagando como el sol y la templanza nos visita para quedarse. Anidar en uno, recomiendan, para después echarse a volar.

Bosquejos de un invierno incierto, pero cálido, eso espero.

Me acerco al momento de ignorancia más certero. Se van corriendo los velos y veo cada vez menos. La vida tiene mucho humor, los cambios son constantes, espero mi sonrisa también lo sea ante ellos.
Me vuelvo observadora. Humildemente, me vuelvo presencia en este instante.












C.

Red Panda / "carnet d'hivernation"

Ink+digital
©CeciliaReynal 2016

Y la Tierra empezó a sacudirse. Y el temblor fue tan grande que  sacó del sueño a más de uno. Y no fue amable, más bien certera ...