miércoles, enero 27, 2016

        
       Ando en un tiempo uraniano. Donde los cambios abruptos e imprevisibles se vuelven moneda corriente.
A veces uno se ve condicionado por lo que le sucede a un par y sobretodo si ese par es el padre de tu hijo y quien recibe propuestas de trabajo en Hong Kong, China, Rusia o Los Angeles.
Pensamos que esta vez nos tocaba establecernos en Argentina. Había surgido un proyecto de cine muy interesante, local y con coproducción francesa. Va, eso creíamos. Pero, como ya dije, ya sea por Urano o porque a veces los argentinos tienen esa manera deliciosa de perderse de la realidad y creer que con dos mangos podés hacer una superproducción al mejor estilo hollywoodense, que "está todo bien", que "después vemos", que "no pasa nada"....pero sí pasa amigo, pasa que algunos egos les encanta mentirse y cegarse frente a un casting prometedor, que antes de sentarse y hacer números están soñando con su foto en la alfombra roja y se olvidaron del proceso hermoso que es fabricar una película de cine y de que al director no le interesa que su nombre salga en primera plana, sino que hace cine por amor al arte. Claro, no todos entienden eso, hasta que por decirlo de alguna manera viene Saturno a pincharte el globo. No, nene, así no vamos a ningún lado. El cine tiene mucha gente sin escrúpulos ni vergüenza y nosotros nos vinimos a cruzar con ellos. Una decepción que nos iba mostrando sus indicios pero a veces es difícil entender semejante pérdida de valores y dignidad.

      Voy a dejar de lado mi jueza interna, y prefiero entonces mirar el porvenir. El porvenir es un libro abierto, miles de guiones por ser leídos y adaptados y miles de destinos posibles en nuestro haber. Pero nada de eso me compete, sino que mi función es adaptarme amablemente al destino de turno. Estar preparada cual soldado paracaidista lista para saltar del avión cuando me den la señal. Y en mi mochila, llevo mis lápices, mis tintas y papeles para no olvidar que mi talento, ya lo dije alguna vez, es lo que siempre viene con migo. Cada vez que migro a otro universo, en lo único que pienso es en poder acomodarme lo más plácidamente con mi pequeño, quien parece casi no importarle tanto viraje repentino. Pero a mí si, y si no lo muestro al principio, en algún momento caigo rendida de tanto estrés y desarraigo. Pero en mi última sesión de terapia, pude llegar a la conclusión que quizás no pertenezco a algún lugar sino las raíces más fundamentales son las que establecemos con uno mismo. Eso. Después, poder volar hacia otros cielos y sentirme en casa, es una virtud en la cual he invertido muchos años de trabajo personal. Miro a la gente, que conserva sus trabajos por 10, 15 o 20 años y siento una extraña contradicción, entre asombro, respeto y asfixia. Quisiera ser como ellos, porque me cuesta aceptar que nuca voy a serlo. Entonces sueño a veces, con asentarme y experimentar la rutina diaria de una vida que vi de lejos y vivi de cerca, que fue la de mi padre, que hoy en día a sus 75 años sigue yendo todos los días a su escribanía, la que compartió con su padre, sentándose en el mismo escritorio, en el mismo 1er piso sobre la misma calle Roque Sáenz Peña,  la misma avenida que converge en el Obelisco, de la misma ciudad del mismo país.

No sé si Argentina me verá partir otra vez, es todo un misterio. Lo que debo hacer es procurar vivir el ahora, como nunca antes porque calculo que a más edad moverse tanto también cuesta. Y cuesta dejar los afectos, claro. Los nuevos, los viejos. Todas las horas de vuelo cuentan. Entonces traigo mi mente que se ha disparado hace un rato ya, e intento concentrarme en mis labores y en mi arte. Ando creando con tinta y melodías mi presente, ando exorcizando recuerdos que se niegan a partir e intento alivianar mi paso. Intento crear sin nombrarme, como me recomendaron la última sesión. Una jugada al ego y a la convicción. Otra vez velocidad cero, dije. Empiezo a creer que crear es renacer. Surgir de las cenizas, con la sonrisa alta, las manos alegres y mis ojos curiosos por ver.

À Bientôt,


C.

jueves, enero 21, 2016


-The Jungle-

Decía Krishnamurti que no es saludable estar adaptado a una sociedad enferma.

Tinta+digital 
Perezoso de Borneo

jueves, enero 14, 2016

Carnet de voyage



Las crisis son llevaderas, y son indefinibles. Alguien dijo, vamos a intentar nombrar estos estados del ser donde la sensación es haber caído en un pozo, tan profundo que es una caída constante. Ya no vemos ni por dónde caímos ni a dónde vamos a parar. La identidad trastabilla con la más mínima ventisca, el orden del Universo está cabeza al suelo y la gravedad parece llevarnos lejos de nuestro centro.

Definir lo indefinible es muy arriesgado, pero somos seres que necesitamos clasificar, ordenar y controlar el saber para justamente no caer en alguna crisis de nervios.

Mi crisis va bien, gracias. Me entregué a la caída libre, y no está mal. Es una linda sensación después de todo. Y lo curioso es que cuando uno más suelta, más contenido se siente. Por quién o qué? Ni idea. Vaya uno a saber, lo cierto es que sucede. Una confianza absoluta en que el proceso debe ser de esta manera y no de otra. Aquietarse, mermar la acción, observar sin juzgar en condicional. Acercarse a la esencia, quizás.

Sin embargo la duda, la duda estará siempre, hasta ante la más acertada certeza. Y está bien así. Por lo menos ya me enteré. Y ante la escasez de certidumbre uno apela a revolver entre sus herramientas y se da cuenta que tan mal no estaba. Que frenar de vez en cuando no significa ser lento, que mirar hacia adentro no significa ser débil y que salirse un poco del mundo no significa perder.

Desaparecer un rato para el afuera puede convertirse en unas vacaciones exóticas y refrescantes para con nosotros mismos. Conectar de a poco con nuestro deseo, respirar aires nuevos, sonreír de verdad. Y a pesar de que estamos un poco a medias en este momento de la vida, por lo menos nos consuela la idea de que el camino que estamos recorriendo es justamente porque no queremos ser seres lobotomizados y manipulados. Estamos en una parada técnica, ajustando los sentidos, calibrando el corazón y ordenando las pasiones para volver al ruedo más conscientes.

Tal vez...


C.










sábado, enero 02, 2016

Alguien dijo, crisis...?

Me pensé exenta de la famosa crisis de los 40. 

Y hoy, después de una seguidilla de estados indefinidos y complicados, me rindo ante la sospecha que sí, me puede estar pasando. De hecho decidí relajarme cómodamente en el sillón de esta supuesta mutación y ponerme a escribir al respecto. Por lo pronto no tener miedo de decirlo y en segundo punto, no creo estar tan loca y controvertida. Paso a ser parte del montón apoyando la teoría. Y aunque no me gusta ser parte de ningún rebaño, esta vez creo oportuno aunarme con la causa. 
Intuitivamente estuve escribiendo al azahar mis estados emocionales, mis cuestionamientos y mis dudas. Ante todo mis dudas. Y me descubro intentando nombrar aquello que no se puede nombrar. Y cuando creo estar vencida por tanto desconcierto el universo me regala amorosamente unas palabras que tal vez definan un poco la etapa en la cual me encuentro.

Una crisis quizás es enfrentarse al miedo. Nuestros miedos. Miedos hay de todos los tamaños, colores y consistencias. Y justamente los miedos prueban nuestra consistencia personal, cómo nos paramos frente a la vida, si un viento nos hace trastabillar, nos aviva o nos apaga. Aprender a manejar nuestros propios miedos nos vuelve maestros del arte de vivir calculo. Cual guerrero enfrentándose a su más temido enemigo. Un guerrero sabe que siempre hay un miedo por vencer. Tomar conciencia de ello lo vuelve presente, vivo, seguro de sí mismo. Y el miedo y el amor van de la mano. Aunque no se tengan mucho afecto, se espejan, se nutren, se miden. No podemos amar incondicionalmente si no aceptamos y conocemos soberanamente nuestros miedos. El amor nos invita a abrir, expresar, decir. El miedo por el contrario nos condiciona a callar, cerrar, ocultar. El miedo vendría a ser un termómetro del amor que no estoy permitiendo entrar en mi vida.

 Y llegando a los 40 me encuentro con una necesidad imperiosa de expresarme, de verme reflejada en eso que creo, en un otro, en el feedback del afuera. Necesito encontrar mi identidad en todo y en todos los que me rodean. Y voy eligiendo según lo que más feliz me haga. Y de alguna manera necesito convidarme, como un proceso de fotosíntesis maravilloso, tomo de la luz la fuerza y la sabiduría, que se transforman en mi alimento, y yo exhalo creatividad que da oxígeno al mundo. Entiendo súbitamente que los seres humanos vinimos simplemente a expresarnos, somos un proceso de combustión constante donde nos retroalimentamos unos a otros.


La vida está para ser saboreada. Admirada, amada. Tomo este momento como una oportunidad fascinante para hacer orden en mi ropero personal. A la basura todo lo que ya no sirve, y dar espacio para lo nuevo, lo que me nutre, lo que eleve la vibración.


Dicen que entre los 35 a los 42 años nos enfrentamos al miedo a perder. Perder qué? A cada uno le pega distinto...perder la juventud, el trabajo, la pareja, la salud...etc. Frente a este miedo la sociedad nos invita a acumular, a tener más de eso que temo perder: más bienes, más actividades rentables, más hijos, más sexo, más músculos o más tetas... Más. Pero nos estaríamos dando cuenta que no sería la solución, no para mí que acabo de decidir no adoptar dos siliconas importadas para aportar curvas al asunto. No por ahora...antes que pasar por el quirófano prefiero tener un "tête à tête" con mi cirujano interno. Y después con más conciencia, veré de qué manera mi cuerpo se amolda a la situación. Pensabas cambiar el auto? Tener un hijo? Invertir más tiempo en hacer el negocio de tu vida? Todo bien, libres somos, sólo nos piden tomar decisiones con conciencia...por ahí vamos...

 Según Roberto Pérez, un genio de la síntesis de todas las etapas de los miedos, esta es la etapa de "atender nuestra interioridad, conocernos más profundamente, buscar el fundamento de nuestras vidas". Esto no se le ocurrió a él un día cualquiera sino que los fundamentos son muchos y muy interesantes por cierto. Lo que puedo comprobar es que este señor pone compresas frías sobre el caos interno de tanta incertidumbre y tanto insólito cuestionamiento. Roberto y yo estamos de acuerdo y eso me trae mucha calma, saber que no estaba tan errada en mi búsqueda. Ingenuamente una vez escribí "la vida tiene maneras extrañas de devolvernos la identidad" sin saber que estoy en plena construcción de la misma a través de un camino fresco, nuevo y amable. Aunque me exaspere su incomodidad.
Sí, me siento muy ingenua por momentos, me enoja no poder controlar el porvenir. Pero agradezco que al no saber qué hacer, entonces me expreso por vías insospechadas y disfruto mucho al hacerlo. 
La sabiduría es la capacidad de saber "saborear la vida" dice mi amigo y yo también. Y para saborearla no hay que "saber" nada. Tan sólo degustar los manjares que ella nos ofrece.

Me deseo liviandad en este proceso, y conquistar aquellos miedos para volver mi vuelo más pleno, libre y amoroso.


un guerrero sabe
que conquistar sus miedos
es abrir
su capacidad de amar
en libertad

Salut!

C.

Y la Tierra empezó a sacudirse. Y el temblor fue tan grande que  sacó del sueño a más de uno. Y no fue amable, más bien certera ...