domingo, mayo 30, 2010

Respirer le bonheur

Eso es lo que hice ayer.

Atardecer de un día lleno de regalos: Camilo feliz jugando con sus hermanos, una mesa puesta para muchos, un sol amable y una casa viva por doquier.
Asi que salí al jardín y sólo sentí ganas de respirar la felicidad. Respirar el momento, sentirlo en mis venas y sentirme tan bien...

Y lo comparto para contagiar ganas, porque se puede, porque es posible estar bien, y sólo rezo para seguir en este magnífico equilibrio, siendo consciente de las idas y vueltas de la vida, de mis aprendizajes, del cambio que la marea pueda traer. Y sin embargo me animo a estar bien y afirmarlo cada día, y tener energía de sobra para seguir alimentando este estado de paz. ¿Será un período?  ¿Por qué nos cuesta tanto pensar que la felicidad puede ser perdurable?

Me estoy dando cuenta de mis viejos patrones, y los dejo ir....

Mientras, desayuno un mate, tostadas, dulce de leche y sonrío. Y quiero compartirme, así.
Bon profit!
Enhorabuena
©®

viernes, mayo 07, 2010

Otra vez Francia

Si te cuento la odisea de mi viaje, no sabría por dónde empezar. Desde ya viajar con un nudo en la garganta por tantas despedidas no es agradable. Los de control de Ezeiza ya me tienen junada, ahí viene la de rulos haciendo puchero. Sí, últimamente es así.
Primer avión, un Business que no vale la pena si te lo tomás a las doce del medio día con un bebé que tiene toda la energía aún por agotar. Y yo quedé agotada, sin dormir ni una horita, ni comer las delicias del menú.
Llegar a Madrid, seis de la mañana de ellos algo así como la una de la madrugada para nosotros y para Camilo que estaba de un mal humor importante al darse cuenta que su hora de dormir iba a ser interrumpida constantemente. Migraciones, control. Caminar por Barajas es siempre estar apurado porque todo queda lejos. Segundo avión, destino: París.
Despegamos. El bebe se durmió en mis brazos hasta llegar a destino y se despertó más irritado que el increíble Hulk.
Mis músculos comenzaban a flaquear y los once kilos de la criatura más el de dos mochilas se me hacía insoportable (el cochecito que pensé venía conmigo, lo habían mandado directamente a Marsella).
Y si hay algo más insoportable, es el de pasar los controles malditos, donde te dicen, sacate los zapatos, la computadora, campera, joyas, cinturones, y etcéteras que en ese momento se transforman en ridículos objetos, teniendo en cuenta que estoy con un niño en brazos y nadie osa darte una mano. Por lo que pasar por un control se vuelve algo así como un número del Cirque du soleil.
Me siento a esperar el tercer avión a Marsella; las lágrimas me saltaban de los ojos en silencio mientras le daba la mamadera al gordo. Ya exhausta, abordamos la navette, Camilo otra vez se desmayó en mis brazos hasta aterrizar, y ya ni valel a pena que te cuente cómo se despertó.
Más vale, te cuento que llegamos bien, que las valijas llegaron bien y que el padre marido estaba esperándonos con una sonrisa tan reconfortante para mí, que me hubiera desmoronado en sus brazos cual bella durmiente.
Y esa fue mi odisea que hoy me tiene en cama con fiebre y la musculatura ausente y dolorida.
Pero feliz de encontrarme en mi casa nueva, feliz de saber que Camilo adora su cuarto y su jardín y feliz de saber que nunca más voy a hacer tantas escalas con un bebe a cuestas.

Y la Tierra empezó a sacudirse. Y el temblor fue tan grande que  sacó del sueño a más de uno. Y no fue amable, más bien certera ...