jueves, abril 09, 2009

It's a wild world


       El día que se murió mi hermano nadie lo supo, salvo la policía y los de la autopista que reportaron el accidente.

      Ese domingo, nos juntábamos amigos en la casa de Vale, en Martínez para ver salir la Luna llena sobre el río. Nos tomamos el bondi con Lula mi hermana, y nos fuimos a la rivera a contemplar el espectáculo. Comenzaba con el sol durmiéndose en el agua al mismo tiempo que la luna aparecía en perfecta coordinación. El atardecer nos encontró rodeadas de amigos y por extraña casualidad o causalidad tal vez, con nuestra otra hermana Agustina, y Luna mi sobrina, que es un sol.

Estábamos las tres hermanas, las que juntas cantamos y reímos en esa noche franca. Las que en esa tarde seríamos para siempre tres. Como si el momento hablara por sí mismo, como si Juan hubiese estado allí entre nosotras, mágicamente; durmiéndose en el sol y renaciendo con la luna.

Es difícil acostumbrarse a decir que somos tres hermanas, cuando en cantidad y género fuimos siempre cuatro hermanos. Después de una muerte muchas cosas cambian.

Por esa época yo estaba trabajando en la radio, en Palermo. Empezaba bien temprano a la mañana y seguía hasta el mediodía. Me había mudado a un departamento en Cañitas, y ese lunes esperaba mi madre a almorzar.

La cercanía de la primavera de Buenos Aires hace florecer algunos de los árboles más lindos que he conocido. Por ejemplo el Jacarandá y las Tipas que por septiembre exhalan flores violetas y amarillas y las calles porteñas parecen caminos encantados. Es el caso de Luis María Campos y Dorrego.

Ese día preferí caminar hasta mi casa, para convidarme con esas avenidas inundadas de colores, cuando sonó mi celular.
Era Lula. Pensé que me iba a comentar algo sobre la pasada noche o sobre el personaje que yo venía de hacer en la radio. Pero no.

-Dónde estás ?
-Caminando para casa.
-Sentate, me dijo.

Y me senté en el cordón de la vereda y así me quedé hasta que me vinieron a buscar.
Me quedé inmóvil y en suspenso. Son esos momentos donde alguien pone pausa en la película. Intenté moverme de lugar pero mis neuronas no respondían ni a la más ínfima orden.   Me quedé con la boca abierta y el celular en la mano, absorta, contemplando los inmensos árboles, agradeciendo su belleza y casual compañía.

Es curioso como las señales del Universo hablan y uno no las escucha porque no tiene idea que son para uno.
Esa mañana en la radio pasamos la noticia de un accidente de auto en la Panamericana. El titular de la noticia lo recuerdo bien pero prefiero olvidarlo. Los noticieros son crudos porque no les importa lo que cuentan, les interesa llamar la atención. Y esa noticia llamó nuestra atención. No cualquier noticia te marca para toda la vida.

Y esa misma mañana una amiga del conductor del programa pasó a visitarlo y se puso a charlar con nosotras. Juli Schulkin y yo, éramos las responsables de la producción del programa y de divertirnos produciendo, claro. Y confieso que fueron las mañanas más divertidas de mi vida.

-De dónde lo conocés a Sebas? le preguntamos curiosas.
-en verdad soy amiga del hermano, nos dijo.
Ese día nos enteramos que Sebas tenía un hermano y que se había muerto en un accidente a los 16 años.

«Uau, qué loco», pensamos. Nos quedamos calladas y sorprendidas. Ninguna de las dos sospechábamos que horas más tarde íbamos a compartir una noticia parecida. Y a las dos se nos puso la piel de gallina a cuando yo le conté mi noticia por teléfono.

Señales.
Extrañas, esquivas e indiscretas señales. A quién le importa. Las malas noticias no vienen con anestesia.


-Estamos a mano, le dije a Sebas.

Ese humor lo aprendí de él y lo agradezco, porque ese mismo humor me ayudó a sobrellevar el duelo y no me abandonó hasta hoy.


Cada uno sublima «su mala noticia» como puede y como le sale. Y la va extirpando o mejor dicho incorporando a su realidad poco a poco. Integrar la muerte a la vida no es fácil, ni algo que estemos preparados para hacerlo.

Los velorios no me gustan. Yo aprovechaba esas ocasiones como una oportunidad para llorar lo no llorado. Pero ese día no lloré, ni sentí ganas de hacerlo.
Mi reacción inmediata fue acondicionar la casa de mis padres. Pensé en música, incienso y flores. Porque días atrás había soñado con mi propia muerte, y en el sueño mi muerte era una fiesta, con un cortejo de flores, baile y música. Y me encantó.

Las flores salieron del jardín de mis viejos; simples, silvestres y alegres, como mi hermano. Y si llegaba alguna de esas coronas inmundas con olor a funeral, con mis amigas las desmenuzábamos en segundos y las convertíamos en dignos ramilletes para decorar cualquier rincón.
Hubo incienso (no mucho porque sé que a mamá no le gusta) y esencia natural de Romero.
Y la música, no lo dudé. Busqué el CD de Cat Stevens y lo dejé sonar toda la tarde.
Más de uno habrá tarareado « Moonshadow, moonshadow » pensando en Juan.


La muerte no me asusta, sino me asusta la ausencia de quien se va. Ese hueco, esa pieza que no tiene reemplazo.
Ese dolor que se transforma en conciencia, esa conciencia que nos vuelve más humanos.
Pude entender a aquellos que alguna vez perdieron un ser querido, como a Caro. Ahora teníamos una cosa más en común. Compartimos el mismo colegio, vivimos en la misma calle y ahora los nombres de nuestros hermanos se encontraban en el mismo cementerio. Qué sórdida coincidencia.

Y calculo que hoy compartimos la misma incómoda pregunta.

-Cuántos hermanos tenés ?

Qué fiaca. Le cuento a éste o no le cuento? Si le digo que somos tres, le miento?
No me incomoda decir la verdad, tal vez lo incomodo al otro. Qué se yo.

En fin. Agotador. Prefiero jugar y decir que somos tres hermanas.
Pero después te siguen preguntando pero y entonces tu otra sobrina es hija de tu hermano, qué hermano ?

No estamos acostumbrados a hablar de la muerte.
La muerte; eso para lo que nacimos. Eso que a algunos « les pasa » antes que a otros. La muerte en la que no creo que es finita y me da mucha pereza explicarlo. No me pone más o menos contenta creer en la continuación del alma ni es un cuento que me cuento como antídoto al dolor. Es un sentimiento intrínseco en mí, y aunque lo crea así no dejo de extrañar tomarme un mate con mi hermano. Claro que lo extraño. Extraño el futuro que no voy a compartir con él. Eso se extraña.

La muerte te transforma, te enseña, te sorprende. Te inmoviliza, te hunde y te fortalece.

La muerte renace, sacude, despabila. Perdona los errores, olvida los defectos.
Renueva nuestros amores y ablanda el corazón. Te pone los pies en la tierra, y te enseña a ser más amoroso con los que están en ella.
Lo demás es un misterio. La forma, el día, la hora, la causa, el efecto...

Mi hermano se fue sin despedidas ni hastaluegos, su auto se paró el mismo día que se paró su vida y tomó otro destino como opción. Los que lo extrañamos, lo vamos a hacer siempre y a medida que pase el tiempo va ir creciendo nuestra sonrisa y va ir menguando el dolor. Se entrenan los recuerdos y se empieza de a poco a disfrutar de ellos.

Y habrá detalles que siempre van a traerlo a mi mente, una y otra vez.
Que harán de la pérdida un recuerdo y del recuerdo alegría.
Como la inconfundible voz de Cat Stevens y el segundo nombre de mi hijo Camilo. Como los aromáticos Romeros de Marsella, o las notas encendidas de las Tipas y el Jacarandá en las primaveras de Buenos Aires.

Enhorabuena.
©®

« Oh Baby, baby it’s a wild world »…
… »If you want to leave, take good care
Hope you make a lot of nice friends out there
But just remember there's a lot, I'd beware… »

Y la Tierra empezó a sacudirse. Y el temblor fue tan grande que  sacó del sueño a más de uno. Y no fue amable, más bien certera ...